domingo, 2 de febrero de 2014

La sombra del ciprés es alargada

Desconocía, en absoluto, que pudiera existir para el hombre un móvil más fuerte 
que el amor sin exigencias carnales. Seguramente para Alfredo no existía aún 
la pasión turbia que, mal contenida, todo lo avasalla.
 Destino, p.45.
 
 
 

sábado, 4 de enero de 2014

ars bene scribendi

Que algunos consejos de don Quijote a Sancho (Quijote, II, 43) encabecen este ars bene scribendi. 
-En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas. [...] No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio César. [...] Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala. (Edición digital de Florencio Sevilla y Antonio Rey Hazas). 
desmazalado, da.
(Der. del hebr. mazzāl, estrella, suerte, y este del acadio ma[z]zaltu, posición de un astro).
1. adj. Flojo, caído, dejado.
2. adj. p. us. Desdichado, abatido.
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No escribas de modo "desceñido y flojo"; si escribes con ordenador, ajusta el texto a la derecha (también las notas a pie de página). No separes cada párrafo con una línea: ya posee el párrafo su marca, la sangría con que se inicia, que no debes omitir. Cocina la escritura. No te limites a soltar palabras. Los signos de puntuación son el condimento. No desparrames comas y comillas sin pegarlas a la palabra que acompañan.
Los títulos de las obras escríbelos en cursiva; si son artículos o capítulos de libros, entre comillas; el nombre de una revista, como el de un libro, en cursiva. Escribe también en cursiva las palabras que no se encuentren en el diccionario, por ejemplo, las de otros idiomas, o las que el propio diccionario escribe en cursiva, como hippie o hippy. Los títulos generales (libros, capítulos, trabajos, artículos)  no se cierran con puntos: son como un frontispicio.
En un trabajo académico se debe fundamentar todo lo que se afirma con las citas oportunas. Si escribes que tal autor en tal obra dice algo, indica dónde lo dice, en el cuerpo del texto o en cita a pie de página. Sitúa el número de la referencia a pie de página al final del texto citado o evocado (literal, con comillas, o no, porque a veces se alude a una idea, no a una frase exacta).
Indica en qué página se encuentra el texto citado y al final del texto, en la bibliografía, escribe los datos completos del libro. También los textos literarios poseen un editor y una editorial, y hay que saber a quién agradecer o recriminar aciertos y errores: indica, por tanto, qué edición has manejado.
Si tratas de versos, indica en cada caso con números su posición en el conjunto de la obra. Si el texto -ocurre por ejemplo con los grecolatinos o con la Biblia-, posee una división universal en capítulos y párrafos (versículos en la Sagrada Escritura), cítalos por estos y, secundariamente, si es el caso, por la página de la edición concreta.
Si introduces en tu texto una cita textual, debes entrecomillarla. Los textos no pueden acabar nunca en coma, sino en punto, o en puntos suspensivos. Acabar una frase o todo lo escrito sin puntuarlo con el signo correspondiente ofrece una impresión de dejadez, de chapuza, de desatención.
desatención.
1. f. Falta de atención, distracción.
2. f. Descortesía, falta de urbanidad o respeto.
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Pese a las apologías de la mala educación y las malas maneras, pese al movimiento jipi y el antiformalismo difundido (y triunfante) desde los Estados Unidos; las buenas maneras, la educación, la cortesía y la limpieza son mejores que su contrario, y se reflejan también en la escritura. Las palabras, orales o escritas, son respiración del alma: muestran a la persona. El obrar (y el escribir) sigue al ser: una escritura errática y descuidada, confusa y pobre de conceptos y palabras muestran un ser equivalente.
No emplees la hipercaracterización: si entrecomillas, no añadas la cursiva; si escribes en cursiva, no añadas las comillas.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor".
 En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.  
pero no:
 "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor". 
No abuses de la negrita. No es un modo de resaltar las palabras en los textos académicos. Sí puede serlo en manuales de enseñanza primaria o media o en textos divulgativos. 
No plagies, no te apropies de lo que no es tuyo, no robes. Indica de dónde procede lo que no ha salido de tu cabeza. Si no eres honrado con las palabras, tampoco lo serás con las obras.
Expresar con tus palabras lo que han escrito otros es, técnicamente, parafrasear; y éticamente, plagiar, si no citas al autor.
En un trabajo académico se piden reflexiones personales.
Su esquema básico suele ser:
Planteamiento:
a) Qué: Tema;
b) Por qué: Justificación del tema;
c) Cómo: Método de trabajo;
Nudo:
d) Desde dónde: Status quaestionis: qué han aportado otros autores;
e) Investigación llevada a cabo;
Desenlace:
f) Conclusiones;
g) Bibliografía.
La diferencia entre ciencia y opinión es que la ciencia ha de basarse en argumentos. Hay que explicar lo que se dice, fundamentarlo racionalmente. "Porque sí", "porque lo digo yo", "porque quiero", "porque me gusta" es voluntarismo o emotivismo privado de racionalidad. Tenemos en común la razón. A partir de decisiones no razonadas o de caprichos personales es difícil que haya consenso. Consenso viene de cum-sentire: expresar ideas y razonamientos en común. Declarar la propia "sententia" y confrontarla con las "sententias" de otros.
Separa las enumeraciones con punto y coma. Que quede claro dónde empieza y acaba cada elemento de la enumeración:
Juan, abogado, Emilia, médico, Sergio, funcionario, Alba, empresaria…
Juan, abogado; Emilia, médico; Sergio, funcionario; Alba, empresaria…
Leer es entender al autor de un texto. Es aprender a leer a otro, salir de la lectura de sí mismo. Leer también es responder exactamente a lo que se pregunta. El primer éxito de una prueba es responder a todo lo que se pregunta y solo a lo que se pregunta.
En la variedad está el gusto. Las lenguas son muy ricas. Siempre que puedas, varía las palabras: sean sustantivos -tema, cuestión, asunto...-; verbos -gustar, apreciar, agradar...-; elementos gramaticales -ya que, puesto que, porque...-, etcétera.
El discurso debe fluir, sin tropiezos innecesarios. En "Vi a mi hermana, la cual había estado con mi abuela", "la cual" ralentiza; sustitúyela por "que".
Los signos de puntuación tratan de reflejar las pausas respiratorias y sintácticas. Lee en voz alta tu texto y advertirás dónde colocar una coma, un punto, un punto y coma... Pero nunca dividas con una coma un sujeto de un predicado, por muy largo que sea el sujeto, o  aunque en el lenguaje oral se haga una pausa. Aquí la gramática prima sobre la entonación.
Deja márgenes en todos los extremos de tus escritos.
Tachar no es manchar el papel: es pasar una delgada línea encima de lo incorrecto.
Que las tildes se vean: el microscopio es para otros menesteres.
Ser educado es descubrir que somos para los demás, y no los demás para nosotros. Escribe, también por el tipo de letra, de forma que la lectura sea fácil, no una tortura o un desciframiento de jeroglíficos.
No abuses de las mayúsculas. El Diccionario Panhispánico de Dudas (www.rae.es) te recordará cómo se usan (las mayúsculas, las tildes y otros muchos elementos gráficos, léxicos y gramaticales -los dichosos como / cómo; tu / tú, etcétera).
Las palabras poseen sus matices, y el diccionario los recoge. La lengua es viva, pero merece cierto respeto. Por ejemplo, visualizar, no es lo mismo que ver. Mira en el diccionario de la Rae (www.rae.es). No son “mejores” ni más cultas ni más precisas las palabras por su tamaño: no ha de preferirse, por definición, visualizar por ver; influenciar por influir…
Escribir no es acumular una frase tras otra, entre comas: eso es comida cruda. Se trata de cocinar la escritura. Hay que relacionar las frases: simples, yuxtapuestas, coordinadas, subordinadas (causa, tiempo, condición, concesión, comparación...). Para cocinar la escritura (metáfora de Daniel Cassany), son fundamentales los signos de puntuación. El buen uso de estos signos distingue la escritura cruda de la cocinada. Por ejemplo: "sus cabellos etc". Hay que escribir una coma tras "cabellos"; en "para la amada )": ¿por qué ese espacio en blanco entre la palabra y el paréntesis? Si haces un inciso, coloca coma al principio y al final, no solo al principio: "El cantar de los cantares, cuya autoría se atribuye al rey Salomón y El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz..."
Distingue lo coloquial de lo formal: no es igual el discurso (oral o escrito) que se mantiene con un amigo que con un desconocido; con un niño que con un anciano. No es lo mismo una carta que un trabajo académico. No es lo mismo "cojan gusto" que "adquieran gusto". Es más fácil pasar de un registro culto a uno coloquial, que de un coloquial al culto. Para poseer varios registros hay que leer. Normalmente solo un buen lector será un buen hablador y, sobre todo, un buen escritor.
Escribe los regímenes adecuados: no "niños que les ocurran", sino "niños a los que les ocurran".
"Indicar que...", no: "Cabe indicar que...". No hay necesidad de hablar como los indios: poseemos verbos en forma personal.
Si quieres aludir explícitamente a los dos géneros, no maltrates la lengua. No escribas:
"el amado/a", sino "el amado y la amada" o "el amado o la amada", según lo que quieras decir. 
El gerundio ha de expresar acción anterior o simultánea a la principal: corriendo se cayó o vino corriendo,  pero no posterior: corrió cayéndose. 
Estimados profesores,
En primer lugar, agradecer su participación y colaboración con nuestra empresa en las reuniones de la semana pasada. Como ya sabrán, la convocatoria en la que participaron aún continúa abierta y a lo largo de esta semana se celebran reuniones en otras ciudades de España.
Es por ello que, hasta el lunes de la próxima semana y una vez finalice la convocatoria, queda pendiente el asunto de pagos. Por favor, por el momento, les pediría que guarden toda la documentación que sea pertinente para proceder con los pagos y el lunes 28 de octubre volveré a ponerme en contacto con todos ustedes para facilitarles el procedimiento de envío de esta documentación.
Agradecer de nuevo su colaboración y reciban un cordial saludo,
Estimados profesores:
En primer lugar, quería agradecer su participación y colaboración con nuestra empresa en las reuniones de la semana pasada. Como ya sabrán, la convocatoria en la que participaron aún continúa abierta y a lo largo de esta semana se celebran reuniones en otras ciudades de España.
Es por ello por lo que, hasta el lunes de la próxima semana y una vez finalice la convocatoria, quedan pendientes los pagos. Por favor, por el momento, les pediría que guarden toda la documentación que sea pertinente para proceder con los las liquidaciones y el lunes 28 de octubre volveré a ponerme en contacto con todos ustedes para facilitarles el procedimiento de envío de esta documentación.
Deseo agradecer de nuevo su colaboración y reciban un cordial saludo,

lunes, 9 de diciembre de 2013

Capítulo VI de Misericordia

Casi no es hipérbole decir que la señá Benina, al salir de Santa Casilda, poseyendo el incompleto duro que calmaba sus mortales angustias, iba por rondas, travesías y calles como una flecha. Con sesenta años a la espalda, conservaba su agilidad y viveza, unidas a una perseverancia inagotable. Se había pasado lo mejor de la vida en un ajetreo afanoso, que exigía tanta actividad como travesura, esfuerzos locos de la mente y de los músculos, y en tal enseñanza se había fortificado de cuerpo y espíritu, formándose en ella el temple extraordinario de mujer que irán conociendo los que lean esta puntual historia de su vida. Con increíble presteza entró en una botica de la calle de Toledo; recogió medicinas que había encargado muy de mañana; después hizo parada en la carnicería y en la tienda de ultramarinos, llevando su compra en distintos envoltorios de papel, y, por fin, entró en una casa de la calle Imperial, próxima a la rinconada en que está el Almotacén y Fiel Contraste. Deslizose a lo largo   -52-   del portal angosto, obstruido y casi intransitable por los colgajos de un comercio de cordelería que en él existe; subió la escalera, con rápidos andares hasta el principal, con moderado paso hasta el segundo; llegó jadeante al tercero, que era el último, con honores de sotabanco. Dio vuelta a un patio grande, por galería de emplomados cristales, de suelo desigual, a causa de los hundimientos y desniveles de la vieja fábrica, y al fin llegó a una puerta de cuarterones, despintada; llamó... Era su casa, la casa de su señora, la cual, en persona, tentando las paredes, salió al ruido de la campanilla, o más bien afónico cencerreo, y abrió, no sin la precaución de preguntar por la mirilla, cuadrada, defendida por una cruz de hierro.
«Gracias a Dios, mujer... -le dijo en la misma puerta-. ¡Vaya unas horas! Creí que te había cogido un coche, o que te había dado un accidente».
Sin chistar siguió Benina a su señora hasta un gabinetillo próximo, y ambas se sentaron. Excusó la criada las explicaciones de su tardanza por el miedo que sentía de darlas, y se puso a la defensiva, esperando a ver por dónde salía doña Paca, y qué posiciones tomaba en su irascible genio. Algo la tranquilizó el tono de las primeras palabras con que fue recibida; esperaba una fuerte reprimenda, vocablos   -53-   displicentes. Pero la señora parecía estar de buenas, domado, sin duda, el áspero carácter por la intensidad del sufrimiento. Benina se proponía, como siempre, acomodarse al son que le tocara la otra, y a poco de estar junto a ella, cambiadas las primeras frases, se tranquilizó. «¡Ay, señora, qué día! Yo estaba deshecha; pero no me dejaban, no me dejaban salir de aquella bendita casa.
-No me lo expliques -dijo la señora, cuyo acentillo andaluz persistía, aunque muy atenuado, después de cuarenta años de residencia en Madrid-. Ya estoy al tanto. Al oír las doce, la una, las dos, me decía yo: 'Pero, Señor, por qué tarda tanto la Nina?'. Hasta que me acordé...
-Justo.
-Me acordé... como tengo en mi cabeza todo el almanaque... de que hoy es San Romualdo, confesor y obispo de Farsalia...
-Cabal.
-Y son los días del señor sacerdote en cuya casa estás de asistenta.
-Si yo pensara que usted lo había de adivinar, habría estado más tranquila -afirmó la criada, que en su extraordinaria capacidad para forjar y exponer mentiras, supo aprovechar el sólido cable que su ama le arrojaba-. ¡Y que no ha sido floja la tarea!
  -54-  
-Habrás tenido que dar un gran almuerzo. Ya me lo figuro. ¡Y que no serán cortos de tragaderas los curánganos de San Sebastián, compañeros y amigos de tu D. Romualdo!
-Todo lo que le diga es poco.
-Cuéntame: ¿qué les has puesto? -preguntó ansiosa la señora, que gustaba de saber lo que se comía en las casas ajenas-. Ya estoy al tanto. Les harías una mayonesa.
-Lo primero un arroz, que me quedó muy a punto. ¡Ay, Señor, cuánto lo alabaron! Que si era yo la primera cocinera de toda la Europa... que si por vergüenza no se chupaban los dedos...
-¿Y después?
-Una pepitoria que ya la quisieran para sí los ángeles del cielo. Luego, calamares en su tinta... luego...
-Pues aunque te tengo dicho que no me traigas sobras de ninguna casa, pues prefiero la miseria que me ha enviado Dios, a chupar huesos de otras mesas... como te conozco, no dudo que habrás traído algo. ¿Dónde tienes la cesta?».
Viéndose cogida, Benina vacilé un instante; mas no era mujer que se arredraba ante ningún peligro, y su maestría para el embuste le sugirió pronto el hábil quite: «Pues, señora, dejé la cesta, con lo que traje, en casa de la señorita Obdulia, que lo necesita más que nosotras.
  -55-  
-Has hecho bien. Te alabo la idea, Nina. Cuéntame más. ¿Y un buen solomillo, no pusiste?
-¡Anda, anda! Dos kilos y medio, señora. Sotero Rico me lo dio de lo superior.
-¿Y postres, bebidas?...
-Hasta Champaña de la Viuda. Son el diantre los curas, y de nada se privan... Pero vámonos adentro, que es muy tarde, y estará la señora desfallecida.
-Lo estaba; pero... no sé: parece que me he comido todo eso de que has hablado... En fin, dame de almorzar.
-¿Qué ha tomado? ¿El poquito de cocido que le aparté anoche?
-Hija, no pude pasarlo. Aquí me tienes con media onza de chocolate crudo.
-Vamos, vamos allá. Lo peor es que hay que encender lumbre. Pero pronto despacho... ¡Ah! también le traigo las medicinas. Eso lo primero.
-¿Hiciste todo lo que te mandé? -preguntó la señora, en marcha las dos hacia la cocina-. ¿Empeñaste mis dos enaguas?
-¿Cómo no? Con las dos pesetas que saqué, y otras dos que me dio D. Romualdo por ser su santo, he podido atender a todo.
-¿Pagaste el aceite de ayer?
-¡Pues no!
-¿Y la tila y la sanguinaria?
  -56-  
-Todo, todo... Y aún me ha sobrado, después de la compra, para mañana.
-¿Querrá Dios traernos mañana un buen día? -dijo con honda tristeza la señora, sentándose en la cocina, mientras la criada, con nerviosa prontitud, reunía astillas y carbones.
-¡Ay! sí, señora: téngalo por cierto.
-¿Por qué me lo aseguras, Nina?
-Porque lo sé. Me lo dice el corazón. Mañana tendremos un buen día, estoy por decir que un gran día.
-Cuando lo veamos te diré si aciertas... No me fío de tus corazonadas. Siempre estás con que mañana, que mañana...
-Dios es bueno.
-Conmigo no lo parece. No se cansa de darme golpes: me apalea, no me deja respirar. Tras un día malo, viene otro peor. Pasan años aguardando el remedio, y no hay ilusión que no se me convierta en desengaño. Me canso de sufrir, me canso también de esperar. Mi esperanza es traidora, y como me engaña siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y las espero malas para que vengan... siquiera regulares.
-Pues yo que la señora -dijo Benina dándole al fuelle-, tendría confianza en Dios, y estaría contenta... Ya ve que yo lo estoy... ¿no me ve? Yo siempre creo que cuando menos lo pensemos nos vendrá el golpe de suerte, y estaremos   -57-   tan ricamente, acordándonos de estos días de apuros, y desquitándonos de ellos con la gran vida que nos vamos a dar.
-Ya no aspiro a la buena vida, Nina -declaró casi llorando la señora-: sólo aspiro al descanso.
-¿Quién piensa en la muerte? Eso no: yo me encuentro muy a gusto en este mundo fandanguero, y hasta le tengo ley a los trabajillos que paso. Morirse no.
-¿Te conformas con esta vida?
-Me conformo, porque no está en mi mano el darme otra. Venga todo antes que la muerte, y padezcamos con tal que no falte un pedazo de pan, y pueda uno comérselo con dos salsas muy buenas: el hambre y la esperanza.
-¿Y soportas, además de la miseria, la vergüenza, tanta humillación, deber a todo el mundo, no pagar a nadie, vivir de mil enredos, trampas y embustes, no encontrar quien te fíe valor de dos reales, vernos perseguidos de tenderos y vendedores?
-¡Vaya si lo soporto!... Cada cual, en esta vida, se defiende como puede. ¡Estaría bueno que nos dejáramos morir de hambre, estando las tiendas tan llenas de cosas de substancia! Eso no: Dios no quiere que a nadie se le enfríe el cielo de la boca por no comer, y cuando no nos da dinero, un suponer, nos da la sutileza   -58-   del caletre para inventar modos de allegar lo que hace falta, sin robarlo... eso no. Porque yo prometo pagar, y pagaré cuando lo tengamos. Ya saben que somos pobres... que hay formalidad en casa, ya que no haigan otras cosas. ¡Estaría bueno que nos afligiéramos porque los tenderos no cobran estas miserias, sabiendo, como sabemos, que están ricos!...
-Es que tú no tienes vergüenza, Nina; quiero decir, decoro; quiero decir, dignidad.
-Yo no sé si tengo eso; pero tengo boca y estómago natural, y sé también que Dios me ha puesto en el mundo para que viva, y no para que me deje morir de hambre. Los gorriones, un suponer, ¿tienen vergüenza? ¡Quia!... lo que tienen es pico... Y mirando las cosas como deben mirarse, yo digo que Dios, no tan sólo ha criado la tierra y el mar, sino que son obra suya mismamente las tiendas de ultramarinos, el Banco de España, las casas donde vivimos y, pongo por caso, los puestos de verdura... Todo es de Dios.
-Y la moneda, la indecente moneda, ¿de quién es? -preguntó con lastimero acento la señora-. Contéstame.
-También es de Dios, porque Dios hizo el oro y la plata... Los billetes, no sé... Pero también, también.
-Lo que yo digo, Nina, es que las cosas son   -59-   del que las tiene... y las tiene todo el mundo menos nosotras... ¡Ea! date prisa, que siento debilidad. ¿En dónde me pusiste las medicinas?... Ya: están sobre la cómoda. Tomaré una papeleta de salicilato antes de comer... ¡Ay, qué trabajo me dan estas piernas! En vez de llevarme ellas a mí, tengo yo que tirar de ellas. (Levantándose con gran esfuerzo.) Mejor andaría yo con muletas. ¿Pero has visto lo que hace Dios conmigo? ¡Si esto parece burla! Me ha enfermado de la vista, de las piernas, de la cabeza, de los riñones, de todo menos del estómago. Privándome de recursos, dispone que yo digiera como un buitre.

-Lo mismo hace conmigo. Pero yo no lo llevo a mal, señora. ¡Bendito sea el Señor, que nos da el bien más grande de nuestros cuerpos: el hambre santísima!».


martes, 3 de diciembre de 2013

Benina, doña Paca y Dios (Misericordia VI)

-Pues aunque te tengo dicho que no me traigas sobras de ninguna casa, pues prefiero la miseria que me ha enviado Dios, a chupar huesos de otras mesas... como te conozco, no dudo que habrás traído algo. ¿Dónde tienes la cesta?».

-¿Querrá Dios traernos mañana un buen día? -dijo con honda tristeza la señora, sentándose en la cocina, mientras la criada, con nerviosa prontitud, reunía astillas y carbones.

-Dios es bueno.
-Conmigo no lo parece. No se cansa de darme golpes: me apalea, no me deja respirar. Tras un día malo, viene otro peor. Pasan años aguardando el remedio, y no hay ilusión que no se me convierta en desengaño. Me canso de sufrir, me canso también de esperar. Mi esperanza es traidora, y como me engaña siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y las espero malas para que vengan... siquiera regulares.
-Pues yo que la señora -dijo Benina dándole al fuelle-, tendría confianza en Dios, y estaría contenta... Ya ve que yo lo estoy... ¿no me ve? Yo siempre creo que cuando menos lo pensemos nos vendrá el golpe de suerte, y estaremos   tan ricamente, acordándonos de estos días de apuros, y desquitándonos de ellos con la gran vida que nos vamos a dar.

-¡Vaya si lo soporto!... Cada cual, en esta vida, se defiende como puede. ¡Estaría bueno que nos dejáramos morir de hambre, estando las tiendas tan llenas de cosas de substancia! Eso no: Dios no quiere que a nadie se le enfríe el cielo de la boca por no comer, y cuando no nos da dinero, un suponer, nos da la sutileza   -58-   del caletre para inventar modos de allegar lo que hace falta, sin robarlo... eso no. Porque yo prometo pagar, y pagaré cuando lo tengamos. Ya saben que somos pobres... que hay formalidad en casa, ya que no haigan otras cosas. ¡Estaría bueno que nos afligiéramos porque los tenderos no cobran estas miserias, sabiendo, como sabemos, que están ricos!...
-Yo no sé si tengo eso; pero tengo boca y estómago natural, y sé también que Dios me ha puesto en el mundo para que viva, y no para que me deje morir de hambre. Los gorriones, un suponer, ¿tienen vergüenza? ¡Quia!... lo que tienen es pico... Y mirando las cosas como deben mirarse, yo digo que Dios, no tan sólo ha criado la tierra y el mar, sino que son obra suya mismamente las tiendas de ultramarinos, el Banco de España, las casas donde vivimos y, pongo por caso, los puestos de verdura... Todo es de Dios.
-Y la moneda, la indecente moneda, ¿de quién es? -preguntó con lastimero acento la señora-. Contéstame.
-También es de Dios, porque Dios hizo el oro y la plata... Los billetes, no sé... Pero también, también.
-Lo que yo digo, Nina, es que las cosas son   -59-   del que las tiene... y las tiene todo el mundo menos nosotras... ¡Ea! date prisa, que siento debilidad. ¿En dónde me pusiste las medicinas?... Ya: están sobre la cómoda. Tomaré una papeleta de salicilato antes de comer... ¡Ay, qué trabajo me dan estas piernas! En vez de llevarme ellas a mí, tengo yo que tirar de ellas. (Levantándose con gran esfuerzo.) Mejor andaría yo con muletas. ¿Pero has visto lo que hace Dios conmigo? ¡Si esto parece burla! Me ha enfermado de la vista, de las piernas, de la cabeza, de los riñones, de todo menos del estómago. Privándome de recursos, dispone que yo digiera como un buitre.
-Lo mismo hace conmigo. Pero yo no lo llevo a mal, señora. ¡Bendito sea el Señor, que nos da el bien más grande de nuestros cuerpos: el hambre santísima!».



Doña Paca
Benina
la miseria que me ha enviado Dios,
-Dios es bueno.


-¿Querrá Dios traernos mañana un buen día?
Pues yo que la señora -dijo Benina dándole al fuelle-, tendría confianza en Dios, y estaría contenta...
Conmigo [Dios] no lo parece [bueno]. No se cansa de darme golpes: me apalea, no me deja respirar.
Dios no quiere que a nadie se le enfríe el cielo de la boca por no comer, y cuando no nos da dinero, un suponer, nos da la sutileza    del caletre para inventar modos de allegar lo que hace falta, sin robarlo... eso no.

Yo no sé si tengo eso; pero tengo boca y estómago natural, y sé también que Dios me ha puesto en el mundo para que viva, y no para que me deje morir de hambre. Los gorriones, un suponer, ¿tienen vergüenza? ¡Quia!... lo que tienen es pico... Y mirando las cosas como deben mirarse, yo digo que Dios, no tan sólo ha criado la tierra y el mar, sino que son obra suya mismamente las tiendas de ultramarinos, el Banco de España, las casas donde vivimos y, pongo por caso, los puestos de verdura... Todo es de Dios.
Lo que yo digo, Nina, es que las cosas son   del que las tiene... y las tiene todo el mundo menos nosotras...
-[La moneda] También es de Dios, porque Dios hizo el oro y la plata... Los billetes, no sé... Pero también, también.


¿Pero has visto lo que hace Dios conmigo? ¡Si esto parece burla! Me ha enfermado de la vista, de las piernas, de la cabeza, de los riñones, de todo menos del estómago. Privándome de recursos, dispone que yo digiera como un buitre.
Lo mismo hace conmigo. Pero yo no lo llevo a mal, señora. ¡Bendito sea el Señor, que nos da el bien más grande de nuestros cuerpos: el hambre santísima!».



sábado, 30 de noviembre de 2013

Para Paula (José Hierro)

Es una rubia furia desatada,
gatea, sube y baja, embiste, grita.
Caléndula que araña, uñas de pita,
torito bravo, más: una manada.


Comedora de flores desmadrada,
Vesubio en miniatura. Es la rayita
que no cesa, pimienta y dinamita,
torbellinita desencadenada.


¿La imagináis durmiendo una muñeca?
La Bubu es domadora, es carateca,
pulgón y filoxera de la vida.


¡Ay madre mía, cuando tenga dientes!
Prepárense sus deudos y parientes.
(Y aún creen sus padres que esto es una niña!)


viernes, 29 de noviembre de 2013

Contenidos

1. SIGLO XVIII
1.1. Contexto histórico y cultural. Diversas tendencias y rasgos de la literatura dieciochesca.
1.2. El teatro neoclásico. Pervivencia de la estética posbarroca. Géneros populares: el sainete de Ramón de la Cruz. La tragedia neoclásica y Vicente García de la Huerta. Leandro Fernández de Moratín y la comedia neoclásica.
1.3. La prosa neoclásica. El ensayo y la narrativa literaria.
1.4. La poesía neoclásica: la escuela salmantina y la escuela sevillana. La poesía didáctica.
2. SIGLO XIX
2.1. Contexto histórico y cultural. Rasgos generales de la literatura romántica. Rasgos generales de la literatura realista y naturalista.
2.2. Costumbrismo y periodismo. Mariano José de Larra: trayectoria periodística, artículos costumbristas, políticos y literarios, tono y estilo.
2.3. La lírica posromántica. Las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer: génesis y aparición, ordenación de los poemas, análisis temático y estilístico.
2.4. La Regenta de Clarín: aparición y reacciones inmediatas, estructura y técnica narrativa, caracterización de los personajes, crítica social, valor y sentido.
3. SIGLO XX
3.1. Contexto histórico y cultural. Rasgos generales de las diversas etapas y corrientes: Generación de Fin de siglo, Novecentismo, Vanguardias, Generación del 27, literatura de posguerra, literatura actual.
3.2 La literatura de la Generación de Fin de siglo: subjetivismo, emotividad, el mundo interior y las sensaciones, la divagación intelectual. Miguel de Unamuno, Azorín, Baroja.
3.2.1. Antonio Machado. Personalidad humana y literaria. Evolución poética: Soledades, galerías, otros poemas, Campos de Castilla. Rasgos de estilo.
3.2.2. Ramón del Valle-Inclán. Personalidad humana y literaria. Evolución general: de la técnica impresionista a la creación del esperpento. Rasgos de estilo.
3.2.3. Juan Ramón Jiménez. Personalidad humana y literaria. Trayectoria poética. Etapa sensitiva. Etapa intelectual: el reino de la poesía pura. Etapa metafísica.
3.3. Novecentismo y Vanguardias. Ortega y Gasset, Gabriel Miró, Ramón Gómez de la Serna.
3.4. Generación del 27. La poesía de Federico García Lorca: dimensión trágica y mítica, símbolos lorquianos, forma métrica, rasgos de estilo. Poesía neopopular (Romancero gitano). Poesía surrealista (Poeta en Nueva York). Rafael Alberti y Miguel Hernández.
3.5. Literatura española existencialista de los años 40. Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Cela.
3.6. El realismo social de los años 50. La narrativa (Martín Gaite, Ignacio Aldecoa...), la poesía (Blas de Otero, Gabriel Celaya) y el teatro (Buero Vallejo).
3.7. El experimentalismo de los años 60 y comienzos de los 70. Martín-Santos, Delibes, Gil de Biedma, Ángel González, Buero Vallejo. Los novísimos.
3.8. La literatura de la democracia. Panorama general hasta la actualidad